El Real Club Deportivo Español siempre ha sido un equipo que se ha defendido con soltura en la 1ª División española, con algún tropiezo en forma de descenso a 2ª que siempre ha resuelto a la primera, ha sabido responder con dignidad al hándicap de ser el pariente pobre del Barça. Además, suele ser un club con simpatías generalizadas, a lo que cabe añadir el que muchos valoremos en su medida esa combinación de "Español" y "Barcelona" que resulta en estos tiempos hasta heroica según donde.
A lo largo de más de 40 años siguiendo el fútbol de la máxima categoría española he conocido unas cuantas épocas brillantes del club, como la de la temporada 1972-73, en la que con una alineación tipo formada por Borja; Granero, De Felipe, Ochoa; Poli Glaría; Roberto Martínez, Solsona, Amiano, José María y Pepín, disputó la Liga al Barça y al Atlético de Madrid y llegó a ponerse de líder mediada la 2ª vuelta tras ganar, 0-1, en el Camp Nou, o el de épocas inmediatamente posteriores, en el que destacaban jugadores del nivel del aragonés Nando Molinos, el navarro ex-madridista Rafa Marañón o el líbero paraguayo Ortiz Aquino o ese Español de Javier Clemente que perdió la Final de la Copa de la UEFA a los penaltis con Miguel Soler, Ernesto Valverde, el Pipiolo Losada, Lauridsen, Zúñiga, Pichi Alonso o el mítico portero camerunés Tommy N'Kono, o, finalmente, al de épocas más recientes, con dos títulos de Copa al mando de Ivan de la Peña, Tamudo y compañía. Pero, por encima de ellos, recuerdo ese equipo de mi infancia, años 60, donde destacaban cinco jugadores que conformaban una delantera de ensueño que pasó a la historia con el nombre de la "delantera de los delfines": Amas, Marcial, Re, Rodilla y José María.
El nombre de "delfines" se debe a la creatividad del periodista catalán Josep María Ducamp, quien en aquella época trabajaba para el desaparecido diario deportivo barcelonés "Dicen" y, a pesar de lo que piensan algunos, no tiene su origen en los simpáticos cetáceos que pueblan algunos mares, sino en la consideración por el referido columnista de que tales jugadores eran los herederos o "delfines" de la delantera de "los magníficos" que tantas tardes de gloria había dado al Real Zaragoza. La segunda mitad de la década de los 60 los aficionados que acudían cada quince días al histórico y hoy demolido campo de la Carretera de Sarriá disfrutaron de lo lindo con unos jugadores capaces de dar la tarde a las defensas más expertas de la máxima categoría.
El extremo derecha de dicha delantera era Carmelo Amas, un guipuzcoano que había sido fichado en 1965 de una Real Sociedad sumida en la crisis que le había supuesto un inesperado descenso a segunda; Amas fue llamado el "rey del dribling" y era el típico extremo bajito, de juego ratonil basado en la velocidad y el regate. Aunque al final de temporara Amas solía tener unos cuantos goles en su casillero personal, destacaba más por las asistencias que por su olfato goleador. Estuvo siete temporadas con los "periquitos" y cuando acabó su contrato regresó a la Real Sociedad que en 1972 y con Rafa Iriondo al mando había iniciado una operación retorno, con jugadores como Urtiaga, que llegó del Atlético de Madrid, Ansola, fichado del Valencia y el propio Amas, quien en sus cuatro años en Atocha jugó en posición más retrasada, en el mediocampo.
Posiblemente el jugador de más calidad de esta delantera era Marcial Pina, un asturiano que había sido la gran sensación de la temporada 1964-65 al debutar con 18 años en primera con el Elche y demostrar una calidad técnica fuera de lo común; en 1966 fichó por el Español en competencia con equipos del nivel del Real Madrid, F.C. Barcelona e Inter de Milán. Marcial fue un centrocampista creador de un toque y una visión de juego exquisitos; Marcial poseía además un tiro desde fuera del área excepcional y una facilidad en el pase excelente. Marcial fue la estrella de este equipo, aunque su irregularidad, cierta frialdad de carácter y la frecuencia de sus lesiones le convirtió en un jugador discutido por la grada. En el año 1969 el Español descendió a 2ª División, por lo que Marcial forzó su traspaso al Barcelona por 17 millones, jugando ocho campañas en el Barça, donde ganó la famosa Liga de Cruyff y donde demostró tanto su enorme calidad como su poca capacidad de sacrificio. Salío del equipo culé de malas maneras tras una salida nocturna con Charly Rexach y acabó sus días futbolísticos en el Atlético de Madrid. Yo siempre vi a Marcial como el mejor jugador español de su época, pero le faltó madurez y constancia para acreditarlo cada domingo en el campo. Marcial tiene el record de haberle conseguido marcar goles al Real Madrid con cuatro equipos distintos.
El ariete de esta delantera era el paraguayo Cayetano Re; llegó a España en 1959 para jugar en el Elche, un equipo que en aquella época sabía fichar bueno, bonito y barato por Sudamérica -Lezcano, Romero, Cardona, Casco...- y que tres años después lo vendería al Barcelona, donde llegó a ganar el trofeo Pichichi con 26 goles (temporada 1964-64); a Sarriá llegó en 1966 y en el equipo blanquiazul siguió mostrando sus virtudes: habilidad, capacidad de desmarque y olfato goleador. Con los "pericos" Re jugó 135 partidos y marcó 39 goles, asumiendo el descenso de 1969 y colaborando con 16 goles para conseguir el ascenso en la campaña siguiente. Re era un delantero centro atípico, pues se trataba de un jugador más bien bajito, carente de la envergadura habitual en los arietes de la época. Tras retirarse del fútbol en el Terrassa se dedicó a entrenar y llegó a dirigir a la selección de su país, así como a equipos españoles como el Betis y el Córdoba.
José María Rodilla es, posiblemente, el miembro menos conocido de la delantera de los delfines; nació en Salamanca y fue fichado por el presidente españolista Juan Vila-Reyes -el famoso dueño de "Matesa"- en 1964 del Valladolid, un equipo de cuya fructífera cantera habrá que hablar un día. Aunque ocupaba el puesto de interior zurdo, al jugar más bien retrasado el extremo José María, Rodilla venía a ocupar una posición muy adelantada, junto a Re. Era el típico delantero de pura raza, que no da un balón por perdido y con olfato goleador, como lo demuestran los 44 goles conseguidos en siete campañas en Sarriá. Rodilla, que acabó sus días en el San Andrés, un equipo barcelonés que logró la hazaña de aguantar en 2ª división unos cuantos años con un presupuesto mínimo y que se nutría sobre todo de ex-jugadores de Barcelona, Español y Sabadell, por aquel entonces también en 1ª División.
José María era, posiblemente, el jugador más emblemático de ese equipo, y sin ninguna duda, uno de los grandes de la historia españolista. José María era asturiano y jugaba en el Oviedo, llegando al Español en 1965 y permaneciendo en el primer equipo periquito durante once campañas; es pues un jugador que enlazó dos épocas, la de los "Delfines" y la que alcanzó los primeros puestos de la clasificación bajo la dirección de José Emilio Santamaría en los años 70. Aunque jugaba de extremo zurdo, le gustaba partir de posiciones más retrasadas, desarrollando un juego muy similar al que realizaba Carlos Lapetra en el Zaragoza de los "Magníficos"; poseía el asturiano una técnica exquisita y en su pierna izquierda tenía un auténtico guante, ejercitando un fútbol elegante, reposado, y con grandes dosis de genialidad. No poseía la velocidad necesaria para ser un extremo puro y suplía ésto con una enorme inteligencia que le convertía en el creador y estratega del juego ofensivo de su equipo; a balón parado era un maestro y así consiguió una buena parte de los 52 goles que marcó defendiendo la camiseta perica. Tras retirarse se dedicó a ejercer de entrenador, pero sin destacar en exceso; actualmente tiene una tienda de deportes en Oviedo.
El mister más emblemático del Español de esta época fue el húngaro Janos Kalmar, un habitual en los banquillos de la época -Granada, Valladolid, Málaga, Hércules, ...- y consiguió hacer las maniobras necesarias para conjuntar unas piezas que a lo mejor individualmente no ofrecían, salvo Marcial, grandes perspectivas, pero que juntas hicieron una delantera inolvidable. Kalmar, a quien a sus dotes profesionales unía una calidad humana extraordinaria, falleció en 1990.
Evidentemente, el equipo no funcionaba solamente con la delantera; en la portería disputó sus últimos años como profesional, como lo habían hecho también en Sarriá Kubala y Di Estéfano, un auténtico mito: Carmelo Cedrún, a quien sustituyó el tarraconense Bertomeu. En la defensa destacaba el lateral derecho andaluz Osorio, que llegó a ser cuatro veces internacional "A", los centrales Mingorance, también internacional, y Riera -un catalán durísimo- y el lateral zurdo uruguayo Nacho Bergara, junto al prometedor Sabaté, que triunfaría años después en el Betis campeón de Copa en 1977; como volantes solían jugar el vallisoletano Ramírez, dotado de una buena técnica y que en 1968 se fue al Elche, el joven Ramoní, la típica gran promesa que no cuaja nunca y el trabajador Martínez Vilaseca, que luego destacaría como entrenador en el fútbol catalán; en ataque la alternativa a los delfines era Miralles, un valenciano con olfato de gol a quien llamaban "el sexto delfín".