Se llama Esteban Granero y, en los vestuarios merengues, sus compis le llaman Pirata. Esto último es debido a su manera de robar balones en el campo más que por sus alborotados pelos. A él le hace tanta gracia el apodo que cada vez que marca un gol se tapa un ojo con la mano para celebrarlo. Así rinde homenaje a todos aquellos que abordan al enemigo sin miedo, trepando jarcias y desafiando tempestades a cañonazos.