Español-Bayer Leverkusen. Final UEFA 1988 por Miguel Gutiérrez
En la temporada 87/88, la final de la Copa de la UEFA se disputaba a dos partidos, el Espanyol aún era el Español y lo entrenaba Javier Clemente.
El año anterior, el rubio de Barakaldo había logrado colocar a su equipo en el tercer puesto de la célebre Liga de los play-off, sólo por detrás de Real Madrid y Barcelona. Eso le dio derecho a viajar por Europa, donde se deshizo contra pronóstico de rivales de la entidad del Borussia Moenchengladbach, el Inter o el Milan, en el que Sacchi ya engrasaba la maquinaria con Van Basten, Gullit o Baresi a sus órdenes. Tras eliminar al Vitkovice, al Español sólo le separaba de la final el Brujas. Los belgas se impusieron con rotundidad en el partido de ida (2-0) y el sueño parecía finiquitado. Sin embargo, Sarriá se conjuró para remontar la eliminatoria y, con una prórroga y un gol postrero de Pichi Alonso, el Español consiguió el pase. En la final le aguardaba el Bayer Leverkusen, un equipo alemán con fama de alemán.
El Español tampoco paseaba, precisamente, la bandera del fútbol espectáculo. Basta echar un vistazo a su plantilla para saber que esa pretensión hubiera sido ridícula. A partir de un grupo muy limitado técnicamente, Clemente había hilvanado un conjunto rocoso, de pronunciado espíritu obrero, en el que cada cual conocía perfectamente su misión. El Barcelona le quería para su banquillo, aunque José Luis Núñez acabó contratando a Johan Cruyff después de no pocas dudas. Sin duda, una decisión que cambió la historia de nuestro fútbol. Pero a lo que vamos.
El 3 de mayo de 1988, el viejo Sarriá se vistió de fiesta para vivir la primera parte de la final. Por el Español jugaron N’Kono, Job, Miguel Ángel, Gallart, Soler, Orejuela, Urquiaga, Inaki, Valverde, Pichi Alonso y Losada. En el Leverkusen formaron Vollborn, Rolff, De Kayser, Reinhardt, Hinterberger, Bum Kun Cha, Tita, Buncol, Falkenmayer, Waas y Tauber.
Dos futbolistas, Losada y Soler, marcaron el partido. En el último minuto de la primera parte, Soler se escapó por su banda y puso el balón en la cabeza de Losada, que consiguió el 1-0. Y, ya en la segunda parte, ambos jugadores rubricaron la superioridad blanquiazul, cada uno con un gol. Sarriá no dudó y se rindió a la evidencia. Entonó el “Campeones, campeones” con la seguridad que el fútbol nunca garantiza.
Más de 3.000 aficionados viajaron a Alemania, dos semanas más tarde, para presenciar lo que parecía que iba a ser sólo un trámite. El partido de vuelta comenzó bien para el Español, que apenas pasó apuros para mantener el tipo y el 0-0. Clemente había sido conservador en el único cambio introducido en el once respecto al partido de ida, y dio entrada a Golobart en lugar de Valverde.
Tras el descanso, el entrenador alemán, Erich Ribbeck, puso en el campo a Tauber y Wass, su delantero tanque. A los 12 minutos de la reanudación, un error de entendimiento entre N´Kono y Miguel Ángel dio pie al 1-0, obra del brasileño Tita. Y pese a que la renta era amplia, el Español se descompuso. Goetz marcó seis minutos más tarde y
Clemente dio entrada a Zubillaga y Zúñiga en lugar de Golobart y Orejuela para frenar el derrumbe. Sin embargo, el coreano Bum-Kun-Cha hizo el 3-0 que forzó la prórroga a nueve minutos del final.
“Si llegamos a la prórroga, que Dios nos coja confesados”, había declarado Clemente en la víspera. Sin embargo, el marcador no se movió y el título tuvo que decidirse en los penaltis.
La tanda no pudo comenzar mejor para el Español. “Pichi” Alonso marcó su penalti y N´Kono detuvo el de Falkenmayer. Y, en el segundo lanzamiento, tanto Job como Rolff marcaron. 2 a 1.
La copa se empezó a alejar en el tercer penalti, que Urquiaga lanzó fuera. Waas lo aprovechó y niveló el marcador. En el cuarto, Vollborn paró el penalti de Zúñiga y Tauber ponía por delante a los alemanes, 2 a 3.
Sobre Sebastián Losada, apodado el Pipiolo, delantero de 20 años cedido por el Real Madrid, recayó entonces toda la presión. Si fallaba, hacía campeón al Leverkusen. Y Losada colocó el balón, disparó y lo mandó a las nubes.
El domingo siguiente, el Logroñés recibió al Español con el pasillo con que se homenajea a los campeones. No fue el único detalle amistoso. En todo el partido no hubo un solo disparo a puerta, y el resultado, curiosamente, fue un empate que salvó a ambos del descenso.
En la temporada siguiente, la 88-89, el Español no jugó en Europa, ni tampoco consiguió la permanencia. Valverde y Soler se habían marchado al Barça; Job y Miguel Ángel, al Betis; Lauridsen, al Málaga; y Zúñiga, al Sevilla. Clemente dimitió y no acabó la temporada.
El subcampeonato de la UEFA, pese a su doloroso recuerdo, es un hito en la historia del Espanyol, aunque en su web apenas sea una nota a pie de página en el apartado de historia. Losada, el hombre que falló el penalti, declaró al acabar el partido: “Dentro de un tiempo se verá que, de todas formas, esto ha sido un gran éxito”. Quizá la palabra éxito no sea la más adecuada, y tal vez las dos Copas del Rey conquistadas desde entonces hayan servido para cambiar la perspectiva. Pero, sin duda, merece la pena recordar lo que consiguió aquel equipo, y no sólo lo que estuvo a punto de conseguir.
En la temporada 87/88, la final de la Copa de la UEFA se disputaba a dos partidos, el Espanyol aún era el Español y lo entrenaba Javier Clemente.
El año anterior, el rubio de Barakaldo había logrado colocar a su equipo en el tercer puesto de la célebre Liga de los play-off, sólo por detrás de Real Madrid y Barcelona. Eso le dio derecho a viajar por Europa, donde se deshizo contra pronóstico de rivales de la entidad del Borussia Moenchengladbach, el Inter o el Milan, en el que Sacchi ya engrasaba la maquinaria con Van Basten, Gullit o Baresi a sus órdenes. Tras eliminar al Vitkovice, al Español sólo le separaba de la final el Brujas. Los belgas se impusieron con rotundidad en el partido de ida (2-0) y el sueño parecía finiquitado. Sin embargo, Sarriá se conjuró para remontar la eliminatoria y, con una prórroga y un gol postrero de Pichi Alonso, el Español consiguió el pase. En la final le aguardaba el Bayer Leverkusen, un equipo alemán con fama de alemán.
El Español tampoco paseaba, precisamente, la bandera del fútbol espectáculo. Basta echar un vistazo a su plantilla para saber que esa pretensión hubiera sido ridícula. A partir de un grupo muy limitado técnicamente, Clemente había hilvanado un conjunto rocoso, de pronunciado espíritu obrero, en el que cada cual conocía perfectamente su misión. El Barcelona le quería para su banquillo, aunque José Luis Núñez acabó contratando a Johan Cruyff después de no pocas dudas. Sin duda, una decisión que cambió la historia de nuestro fútbol. Pero a lo que vamos.
El 3 de mayo de 1988, el viejo Sarriá se vistió de fiesta para vivir la primera parte de la final. Por el Español jugaron N’Kono, Job, Miguel Ángel, Gallart, Soler, Orejuela, Urquiaga, Inaki, Valverde, Pichi Alonso y Losada. En el Leverkusen formaron Vollborn, Rolff, De Kayser, Reinhardt, Hinterberger, Bum Kun Cha, Tita, Buncol, Falkenmayer, Waas y Tauber.
Dos futbolistas, Losada y Soler, marcaron el partido. En el último minuto de la primera parte, Soler se escapó por su banda y puso el balón en la cabeza de Losada, que consiguió el 1-0. Y, ya en la segunda parte, ambos jugadores rubricaron la superioridad blanquiazul, cada uno con un gol. Sarriá no dudó y se rindió a la evidencia. Entonó el “Campeones, campeones” con la seguridad que el fútbol nunca garantiza.
Más de 3.000 aficionados viajaron a Alemania, dos semanas más tarde, para presenciar lo que parecía que iba a ser sólo un trámite. El partido de vuelta comenzó bien para el Español, que apenas pasó apuros para mantener el tipo y el 0-0. Clemente había sido conservador en el único cambio introducido en el once respecto al partido de ida, y dio entrada a Golobart en lugar de Valverde.
Tras el descanso, el entrenador alemán, Erich Ribbeck, puso en el campo a Tauber y Wass, su delantero tanque. A los 12 minutos de la reanudación, un error de entendimiento entre N´Kono y Miguel Ángel dio pie al 1-0, obra del brasileño Tita. Y pese a que la renta era amplia, el Español se descompuso. Goetz marcó seis minutos más tarde y
Clemente dio entrada a Zubillaga y Zúñiga en lugar de Golobart y Orejuela para frenar el derrumbe. Sin embargo, el coreano Bum-Kun-Cha hizo el 3-0 que forzó la prórroga a nueve minutos del final.
“Si llegamos a la prórroga, que Dios nos coja confesados”, había declarado Clemente en la víspera. Sin embargo, el marcador no se movió y el título tuvo que decidirse en los penaltis.
La tanda no pudo comenzar mejor para el Español. “Pichi” Alonso marcó su penalti y N´Kono detuvo el de Falkenmayer. Y, en el segundo lanzamiento, tanto Job como Rolff marcaron. 2 a 1.
La copa se empezó a alejar en el tercer penalti, que Urquiaga lanzó fuera. Waas lo aprovechó y niveló el marcador. En el cuarto, Vollborn paró el penalti de Zúñiga y Tauber ponía por delante a los alemanes, 2 a 3.
Sobre Sebastián Losada, apodado el Pipiolo, delantero de 20 años cedido por el Real Madrid, recayó entonces toda la presión. Si fallaba, hacía campeón al Leverkusen. Y Losada colocó el balón, disparó y lo mandó a las nubes.
El domingo siguiente, el Logroñés recibió al Español con el pasillo con que se homenajea a los campeones. No fue el único detalle amistoso. En todo el partido no hubo un solo disparo a puerta, y el resultado, curiosamente, fue un empate que salvó a ambos del descenso.
En la temporada siguiente, la 88-89, el Español no jugó en Europa, ni tampoco consiguió la permanencia. Valverde y Soler se habían marchado al Barça; Job y Miguel Ángel, al Betis; Lauridsen, al Málaga; y Zúñiga, al Sevilla. Clemente dimitió y no acabó la temporada.
El subcampeonato de la UEFA, pese a su doloroso recuerdo, es un hito en la historia del Espanyol, aunque en su web apenas sea una nota a pie de página en el apartado de historia. Losada, el hombre que falló el penalti, declaró al acabar el partido: “Dentro de un tiempo se verá que, de todas formas, esto ha sido un gran éxito”. Quizá la palabra éxito no sea la más adecuada, y tal vez las dos Copas del Rey conquistadas desde entonces hayan servido para cambiar la perspectiva. Pero, sin duda, merece la pena recordar lo que consiguió aquel equipo, y no sólo lo que estuvo a punto de conseguir.
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