Un ciclón debe ser también lo que fue la salida de Osasuna. A los diez minutos no tuvo 4-0 a favor de milagro. Y porque Cristian le sacó al buen Aranda dos remates que se colaban. No pudo con los de Juanfran y Pandiani: cualquiera diría que el Espanyol les trató mal. Juanfran a los seis y El Rifle, a los ocho: 2-0. No había partido entonces. Había una exhibición enorme de los rojillos. Parecía un asunto de salud: buena la local y pésima visitante. Como que Osasuna estuviera a tope de vitaminas y los pericos sin alpiste. Una exhibición de fortaleza, de convencimiento, de fútbol, de remate en rojo. Juanfran y Camuñas parecieron Jairzinho y Rivelinho, dos extremos tremendos en la banda y capaces de jugar por dentro lo que fuese menester. A su espalda, los excelentes Azpilicueta y Monreal completaban la indiscutible superioridad del equipo de Camacho ante un Espanyol que ni veía la pelota. Dudo que este año Osasuna haya sido tan superior a un rival ni el Espanyol tan inferior como en esos primeros 25 minutos… que decidieron el partido, claro. El mejor Christian, el peor Roncaglia.
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